Columna política y escritos varios/música

5.11.2006

La moda que no es pasajera

Más de 50 mil personas se volvieron un alma para encontrarse con Depeche Mode después de una larga ausencia.

Alicia Bello y Aline Juárez

Tenía más de un año que, muy a menudo, de camino al trabajo, ella escuchaba a Depeche Mode, su grupo favorito. Israel la trataba de convencer, con la misma insistencia con la que ella los escuchaba, que algún día los vería en directo. “Van a venir, ya verás y tú estarás en ese concierto, le decía animándola. En ese momento, ella sólo atinaba a pensar que era casi imposible que su grupo favorito que vinieran a México.
Pero los sueños se cumplen y el día que tantas veces soñó, finalmente se hizo realidad. El estéreo que le sirve como despertador comenzó a tocar “A Pain That I’m Used To”; despertó un poco acelerada por la música, se levantó y al estar sentada en la cama cayó en la cuenta de que estaba a unas horas de realizar uno de sus más grandes sueños: ver tocar en vivo a Depeche Mode. En ese instante, por su cabeza pasó un recuento de todo el tiempo que esperó, paciente y fiel, para presenciar en vivo esa clase de espectáculo. Recordó cómo a la tierna edad de 12 años, los vio por primera vez (en televisión) durante el famoso concierto titulado 101 y quedó enamorada de ese grupo de tan extraños integrantes.
Parecía imposible, pero para muchos, después de 25 años, sería la primera vez que verían Depeche Mode en vivo, para otros tantos, después de más diez años iban a reecontrase con el mítico grupo inglés que había formado parte de sus vidas desde su temprana adolescencia y seguía describiendo a la prefección su vivencias través de sus canciones.
Con motivo de promocionar su último y sorprendente disco “Playing the Angel”, Depeche Mode visitó México para reiterar por qué todos aquellos que se precien de ser buenos músicos están influenciados por ellos además de ser el parteaguas para el nacimiento de lo que hoy se conoce como música electrónica, pero sin permanecer en ese estilo.
Cerca de las 19:00 horas, el tránsito ya había sido bloqueado por algunas patrullas; algunos grupos de jóvenes se veían caminar por la Avenida Río Churubusco, mientras que por el puente del Foro Sol no dejaban de circular fans de todas las edades.
El color negro y gris fueron las elecciones para vestir ese día. Algunos flequillos que recordaba los ochentas, jeans y playeras sin mangas eran el atuendo que recordaba “Black Celebration”.
Al entrar al recinto, se podía percibir un ambiente lleno de ansia, emoción, nostalgia, expectación e incluso incredulidad de algunos que aún dudaban que ese momento fuera más que una ilusión.
Pasadas las 21:00 horas el grupo telonero She Wants Revenge ya había dejado el escenario caliente debido a una gran actuación. En esos momentos Tláloc sólo lanzaba bostezos eléctricos, pero eso no impedía que la euforia se comenzará a desatar en el momento que se apagaron las luces. La piel “chinita”. Los sentidos totalmente alerta. Los gritos se desataron con los sintetizadores de “A Pain That I’m Used To” y la voz sexy de Dave Gahan.
De las dos fechas programadas para la ciudad de México, los ingleses lograron un espectáculo sin precedente sobre el que al ser comparado con el de U2 por quienes asistieron a verlo tan sólo unos meses antes, se aseguraba que este, el de Depeche Mode, era superior.
La primera presentación, un poco desangelada a pesar de casi llenar el Foro Sol, tuvo momentos mágicos al aparecer en el escenario Dave Gahan, Martin Gore, Andrew Fletcher y Christian Eigner como baterista para la gira “Touring the Angel”.
Enmarcados en un escenario futurista con varias pantallas de fondo, el juego de luces perfectamente sincronizadas con los acordes “depechianos” el azul y el rojo se reflejaban sobre los miles de fanáticos que impacientes querían sentir todo lo que el conjunto de Essex tenía que transmitir.
Dspués se dejaron escuchar “Suffer Well”, “Precious”, “John the Revelator”, “Walking in My Shoes”, el clásico y bien conocido “Personal Jesus” y “World in my Eyes”.
La atmósfera no podía ser mejor y en ella, como un ángel o ave negra con alas, un gorro de plumas y brillantina plateada debajo de sus ojos, Martin L. Gore en su tristísima voz interpretó, casi como un ritual, una de las canciones más esperadas de la noche: “Home”.
Pero los clásicos “Enjoy the Silence” y “I Feel You” despertaron la sensualidad del cuerpo semidesnudo de Dave y los suspiros de todas las ahí presentes.
El llanto ya no pudo contenerse, en esos momentos algunas almas se conectaron aún más con el trío británico y en una sola voz se escuchó “Never Let me Down Again” una y otra vez; ya que estaba experimentando uno de aquellos instantes de gozo, al que vulgarmente se le llama felicidad.
Para muchos pareció un tanto corto, pero eso sucede cuando a un grupo legendario no le alcanzan las horas para satisfacer a los fans que durante toda su vida han descubierto la genialidad de una banda a lo largo de cientos de canciones en su historia.


*Publicado en la revista CAMBIO el 14 de mayo de 2006